Perlas del cielo

El lirio milagroso

Todo el jardín se mostraba matizado de puros y blancos lirios, de e&os lirios perfumados que exhalan puros aromas, cual si hadas celestiales hubiesen elaborado en sus cálices alientos divinos, que ellos emiten cual suspiros de amor al ser dulcemente balanceados por el soplo de las auras. Son esos lirios de candores inmaculados en cuyos pétalos puros reverbera la luz, la blancura de la nieve y el matiz sonrosado de los brillos de la alegre y hermosa aurora. Pues bien, de esos lirios candorosos estaba lleno el jardín de un convento franciscano, que por el vivo recuerdo de la estancia y de los maravillosos prodigios de San Antonio de Padua conservaba su advocación, y fomentaba, como un aliciente a la piedad y a la devoción del Santo, el cultivo de los lirios.

En todo su esplendor y en toda su exhuberancia de flores, se ostentaba la graciosa primavera, cuando llegaba a las puertas de ese convento para vestir el hábito un jovencito angelical, muy enamorado de San Antonio, en cuya presencia se embelesaba, y cuyo ramo de lirios, casi tanto como el Niñito Jesús que en los brazos del Santo se sonreía, le arrebataban el alma.

Los lirios eran su predilección; y como al ser recibido en el convento, los lirios del jardín estaban en plena floración el joven y angelical novicio pasaba sus recreos contemplándolos, y embriagándose en sus puros aromas, cortaba los más tiernos y olorosos para el altar del Santo; y aún en su pobre celda había obtenido permiso para cultivarlos en un grande macetón, que puesto en el alféizar de su ventana los regaba todos los días al volver de la oración de la mañana.

Crecían los calores, y el ardor del sol iba agostando las delicadas flores del jardín; y poco a poco los lirios perdieron su lozanía, marchitáronse sus pétalos de nieve, su tallo quedaba seco. Sólo macilentos rastrojos quedaban allí donde había admirado tantas veces los lirios que embriagaban su alma; y fray Angel con esmero mantenía frescos y puros los lirios de su maceta, como él que guarda con avidez sus últimas monedas, después de una desastrosa quiebra. Mas, llegó el proceloso otoño y sus ráfagas inquietas acabaron de marchitar las bellezas y las flores del jardín. Fray Ángel había visto así marchitarse los últimos lirios de su maceta; y una mañana, al llegarse a su alféizar para regarla, vió con sorpresa y sumo disgusto que el vendabal había destronchado su planta y había arrebatado sus hojas llevándolas a la inmensidad indefinida, al espacio inmensurable.

Fray Ángel sintió caer su alma en el abatimiento; la nostalgia de sus lirios la llenó de melancolía; y desde entonces anduvo cabizbajo, estaba siempre triste, perdió el color sonrosado de sus megillas; y por fin, faltándole las fuerzas enfermó. Su anhelo era morir en la flor de la vida, como sus lirios... puro, inocente; y al verse en la agonía, comenzaba a sonreír como un ángel de la gloria.

La tristeza había invadido la faz de todos los frailes, porque el novicio se moría; aquella flor candorosa se agostaba sin saber cómo, ni porqué; la maripo-silla esbelta, que tanto había libado las dulzuras de los lirios, abatidas sus alas quedóse sin aliento. ¿Cómo devolverle a la vida? Todos rogaban a Dios por su saiud; y el P. Guardián por largo espacio postróse a los pies de San Antonio sumido en una fervorosa súplica; pero al levantar sus ojos a la imagen quedó preso de admiración. Vió que el Santo se movía, y alargando su mano le entregaba su lirio reverdecido y fresco, diciéndole: «Vé, y entrega este lirio a Fray Angel en recompensa de la fé que el Señor ha encontrado en su candoroso corazón.

Presentó el P. Guardián aquel sagrado lirio al novicio moribundo, quien al verlo, se incorporó, lo tomó y lo besó, aspirando con ansia indefinida los perfumes de aquella flor celeste; y después de colocarla con cariño sobre su pecho, notaron todos que había cedido la fiebre y que tornaba a la vida... Fray Ángel había curado milagrosamente por aquel lirio.

Todo el tiempo de su larga vida conservó Fray Ángel aquel lirio siempre fresco y perfumado, y con él en sus manos murió cargado de virtudes y de méritos para ser trasplantada su alma al jardín de la gloria.

Fr. Manuel Balaguer, ofm

9

San Antonio predica a los peces. Arnold Böcklin

Crónica

Nuestro Vice-director premiado.—Tenemos el gusto de comunicar a nuestros lectores, que, el P. Bernardino Mª Rubert Candau, Vice-director de La Acción Antoniana que fué laureado en otra ocasión, ha obtenido el primer accésit a la Flor Natural en los Juegos Florales del «Rat Penat», celebrados en Valencia el 18 del mes pasado.

El triunfo alcanzado por nuestro Vice-director es digno de grande aprecio, yá que entre las numerosísimas y valiosas poesías presentadas a la Flor Natural, que pasaron de sesenta, obtuvo por unanimidad el primer accésit por su precioso e inspiradísimo Canto a la lengua valenciana, el que fué dignamente alabado por cuantos lo leyeron en el Diario de Valencia que tuvo el honor de publicarlo.

Reciba nuestra más efusiva enhorabuena, y que éste triunfo alcanzado en justa lid literaria, no sea el último de su corta y ya gloriosa vida poética.

Profesiones religiosas.—Terminado felizmente el año de Noviciado, en Santo Espíritu del Monte emitieron sus votos temporales los religiosos franciscanos Fr. Luis Mª Pastor, Fr. Juan Bta. Pons y Fr. Pascual Planells. Él novicio de coro Fr. Luis Mª realizó la profesión temporal el 11 del pasado mayo; Fr. Juan Bta. el 29 de abril y Fr. Pascual el 27 de mayo.

A los nuevos profesos, carísimos hermanos nuestros de hábito, y a sus respectivas familias nuestro parabién más efusivo.

Distinción merecida.—Por los muchos servicios que la señorita Lolita Marco Fandos prestó a la Juventud Antoniana de Valencia, y que actualmente se halla imposibilitada de ejercer su acción efectiva por una enfermedad que hace años le obliga a guardar cama, la Junta Directiva le ha nombrado Tesorera honoraria de la Juventud. Que San Antonio, en cuyo altar ostenta todos los años durante la novena unos artísticos manteles, regalo suyo y confeccionados por ella misma, le conceda la salud si le conviene.

Muerte del Arzobispo Cimino.—El día 4 de mayo murió casi repentinamente en alta mar Mons. Cimino, Arzobispo de Cirro, Nuncio del Perú y ex Ministro General de la Orden Franciscana. En el próximo número publicaremos una detallada crónida que hemos recibido de Roma sobre la muerte de este ilustre franciscano, y que por estar casi tirada la revista no hemos podido publicar en este número. Descanse en paz.

El Corazón del Amado.—Acabamos de recibir una preciosa obra que con este sugestivo título ha publicado nuestro ilustrado colaborador P. Juan Bta. Gomis. En el próximo número le haremos la bibliografía.

Rebiba ya desde ahora nuestra más cordial y efusiva enhorabuena.

Informaciones

De Cocentaina.- El día 13 del mes pasado, el «Grupo Catequistas» que tantos sacrificios se impone para llevar almas inocentes al mejor amigo de los niños, Jesús Sacramentado, celebró con grande pompa y esplendor la fiesta del Catecismo que dedica anualmente a la Virgen, como Patrona suya.

Por la mañana la Capilla del Coristado, reforzada por valiosos elementos y acompañada de nutrida orquesta, interpretó en la Misa solemne, una de las mejores partituras del maestro Eslava. En esta misa recibieron por vez primera el Pan de los Angeles un grupo numerosísimo de niños y niñas, las cuales se acercaron al Banquete Encarístico. El P. Buenaventura Arener pronunció en este acto una sentida y fervorosa plática.

Después de la misa en el espacioso local de la escuela del convento, se sirvió un chocolate a cuantos recibieron la Primera Comunión, y se les entregó una preciosa oleografía, como recuerdo de este día tan feliz.

La función vespertina empezó cantándose por todos los del Catecismo unos trisagios del compositor P. Anselmo Martí.

De Teruel. La fiesta de San Antonio en el Colegio de PP. Franciscanos.—Solemnes y grandiosas han resultado las fiestas dedicadas el día 20 del pasado a San Antonio de Pádua, a las que dió grande esplendor la presencia del Rmo. P. Germán Rubio, Vicario General de los Franciscanos de España.

A las ocho de la mañana, el P. Provincial fray Luis Fullana ofició una misa de comunión para los alumnos del Colegio, Juventud Antoniana y V. O. T. de N. P. S. Francisco. La capilla de San Nicolás la amenizó admirablemente. Luego, a las diez, con asistencia de numeroso público, tuvo lugar una solemne misa cantada qtie celebró el P. Vicario. El P. Gomis, rector del Colegio de la Concepción de Onteniente, pronunció un grandilocuente panegírico de San Antonio, terminando su ilustrada peroración pidiendo al Santo un rayo de luz y de amor para los alumnos, juventud y orden franciscana, para los fieles, para esta noble tierra de Aragón, para España, a fin de que resuciten sus grandes glorias. La bien formada «Schola cantorum» del Seminario, bajo la batuta de su valioso director el P. Atanasio Jordá, cantó muy ajustadamente la misa «Salve Regina», del maestro Sthele, a cuatro voces.

Por la tarde, tras celebrar el ejercicio del mes de Mayo, salió la procesión con los niños de los Asilos, Catequesis, Colegio y V. O. T. con sus banderas. Un piquete montado de la Guardia civil abría la marcha que cerraba la música provincial, que tocó la Marcha Real al entrar la imagenjúe San Antonio en el templo y cuyos sones confundiéronse con el disparo de una gran traca. A las seis y media comenzó la velada. Al penetrar en el Salón de Actos el Exmo. Sr. obispo y los PP. Vicario general y provincial, fué tcogida su presencia con grandes vivas y apiausos. El Salón estaba lleno de un público distinguido. Constituida la presidencia con los citados señores y con asistencia de un representante del gobernador, señor Batelga y demás padres de la Comunidad, comenzó el acto con el estreno de un «Himno del Colegio», composición muy bonita del P. Capistrano Alventosa y que fué muy aplaudida. Luego, algunos alumnos del Colegio, leyeron preciosos trabajos que fueron aplaudidos. El prefecto del Colegio, padre Luis Mestre, pronunció un bello discurso que fué muy aplaudido, sobre la necesidad de la educación cristiana. El P. Cipriano Ibáñez cosechó muchos aplausos al cantar admirablemente una deliciosa canción española, acompañado al piano por el P. Jordá.

A continuación, los señores obispo y vicario repartieron diplomas a los alumnos como premio al trabajo y a la buena conducta observada, quedando esta primera parte cerracon la Jota Aragonesa, cantada por varios padres y alumnos. Apagados los aplausos que sonaron al levantarse el P. Vicario, éste dirigió la palabra a los asistentes a la velada; diciendo que con inmensa alegría había asistido al acto organizado por el Colegio en honor de S. Anionio, ya que es una verdadera satisfacción ver el espíritu de los alumnos, y confirmar las esperanzas que tenía y alaba desde lo más hondo de su corazón la hermosa oración pronunciada por el P. Mestre, de gran utilidad para la enseñanza del niño, y los trabajos diversos pronunciados por los alumnos, lo que demuestra la educación práctica que los h'jos del Seráfico San Francisco inculcan a los niños, hombres del mañana.

El señor obispo pronuccia breves frases de elogio para la velada y luego de recordar el cariño con que siempre ha mirado al Colegio del Internado de San Antonio, y pedir a los turolenses envíen a este Colengio a sus hijos para que al protegerle reciban aquéllos la verdadera enseñanza, levantó su mano para bendecir a todos. Los vivas a los señores Obispo, Vicario, PP. Provincial y otros y a Teruel, confundiéronse con los aplausos.

Como final de tan agradable fiesta, los alumnos pusieron en escena la comedia en 3 actos «Los dos saboyanitos» y el sainete en uno «Consultas ridiculas», ambas muy divertidas y admirablemente ejecutadas.

P. José Martínez. In memoriam

El día 10 del pasado abril falleció santamente en Méjico el P. José Martínez, hijo de nuestra seráfica Provincia de Valencia y natural de Castellonet.

Después de haber pasado varios años en nuestra Provincia, completamente ocupado en su propia santificación y en el ministerio apostólico, sobre todo mientras permaneció en Santo Espíritu, Cocentaina y Agres, en cuyos conventos estuvo de Superior, llamado por Dios, dejó nuestra España, y se encaminó a Méjico.

La labor que realizó en las misiones de Méjico es inmensa. Trabajó noche y día; ejerció constantemente su sagrado ministerio, y a pesar de que en distintas ocasiones se les prohibió a los clérigos llevar el traje talar al P. Martínez, que era popularísimo entre todos, siempre se le respetó muchísimo, permitiéndole usar públicamente el hábito franciscano.

Ha vivido 41 años en la Orden Franciscana, a la que con su trato sencillo y candoroso, honró sobremanera, mientras permaneció en Méjico, en donde se hizo popularísimo. Aquí le ha sorprendido la muerte, fiel al cumplimiento de su deber, a pesar de las grandes dificultades porque atraviesa aquella República.

Anciano y achacoso ha vivido retirado en una finca particular entre familias fieles y cristianas, en donde ha muerto con la asistencia de un sacerdote y de un P. Franciscano.

Suplicamos una oración por el alma de este infatigable misionero de Méjico.