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Colegio de San Diego, de Zaragoza

El Colegio de San Diego, situado en ángulo con el de Real Convento de San Francisco, con una huerta en común, era un centro de estudios teológicos constituido por un número escaso y variable de religiosos, que no superaban los catorce, contando con el guardián, cuatro o cinco profesores de teología, uno o dos hermanos laicos, y el resto estudiantes, llamados corrientemente coristas.

Su demolición en la exclaustración sirvió para expandir el centro de la ciudad, dando más anchura a la actual calle de la Independencia y abrir la de Cinco de Marzo.

Fue erigido el año 1601, según constaba en un determinado libro muy antiguo que conoció y consultó fray Felipe Vallés, cuyo testimonio es inexcusable, en el folio décimo. En él su anónimo autor refería la elecciones y cosas más notables de la Provincia zaragozana. Hablan asimismo de este Colegio fray Diego Murillo, en su Historia de Zaragoza, en el tratado 2, capítulo 37, folio 311, e igualmente Blasco de Lanuza, tomo II, en su Historia Eclesiástica, desde el folio 533.

Allí descansan los restos del Reverendísimo P. fray Antonio López, ilustre teólogo, los del Señor D. Carlos Fernández de Heredia, conde de Fuentes de Ebro, fundador del Colegio, de la Señora Dª Catalina de Vera y Claver, terciarios de la Venerable Orden Tercera de N. P. S Francisco, dispuestos en mausoleos artísticamente tallados en pórfido (Cf. Félix Vallés, Nova et vetera, ms, p. 6 y7).

El espléndido mausoleo donde descansaba, hasta la desamortización el señor conde, consta que fue labrado el año 1605, como muestra una hoja de papel inserta en el Cabreo del Colegio, de 1735, durante el guardianato de fray Miguel Felipe, que aparece signado con el número 18782 en el Archivo Histórico Nacional (AIA, Ana Sanz de Bremond Mayáns, Los Documentos Franciscanos de los Conventos de le Corona de Aragón en el Archivo Histórico Nacional, 2440 (2001), p. 433). Esta fecha corrobora lo que, en 1723, nos dice de este convento el cronista aragonés fray Félix Vallés, citando un antiguo manuscrito titulado Elecciones y prodigios de la Provincia de Aragón, en la p. 10. Lo encomia alegando el dato de que sobre este colegio hablan cronistas tan ilustres como el P. Diego Murillo, en el segundo tratado de su Historia de Zaragoza, en la página 533. Allí descansaban igualmente los restos del venerable P. Fray Antonio López, consumado teólogo, junto al los nobles personajes anteriormente nombrados.

El número de moradores del Colegio oscilaba entorno a los 14, según aparece, año tras año, en el cabreo llamado Disposiciones. Por esos años, ayudó generosamente con una dotación anual de doscientos escudos de oro al Colegio el franciscano aragonés, obispo de Guadalajara en Nueva España, D. Manuel Mimbela, subviniendo así a los gastos de mantenimiento del Colegio (Fray Félix Vallés, Nova et Vetera, lib. I, nº. 7, pp. 6-7).

San Francisco predicando a las avesEl Cabreo (vea nota) de 1753, donde figuran las rentas cobradas anualmente por el Colegio, y que, cada año, se cerraban siempre el día 28 de julio, llegado el año 1808, expresa la excepción de que por de estar sitiada la ciudad por los franceses, no se pasaron las cuentas el día 28 de julio como lo tiene dispuesto la fundadora. El dato manifiesto de que reanuden el año 1815, delata el momento en que se ha vuelto a reanudar la vida conventual, finalizada la invasión francesa ( Ana Sanz de Bremond, o. c, p. 474).

Los documentos analizados por Ana Sanz de Bremond muestran que los libros de cuentas del Colegio concluyen el año 1835 (un año antes, según el Cabreo de 1753, concretamente el día 28 de julio de 1834). Son ya las fechas del portazo que extingue para siempre la vida estudiantil en el Colegio y en todos los demás conventos franciscanos de Aragón, por disposición del infausto decreto de exclaustración dada por Mendizábal, que extinguió impunemente archivos, bibliotecas y patrimonio artístico, sin piedad.

Guardianes del Colegio

Desde1756 hasta 1801, los religiosos que dirigieron el Colegio, al tiempo que ejercían como profesores del mismo, son los siguientes:

La desamortización

Como hemos dejado dicho, el Colegio franciscano solía albergar, entre profesorado, comunidad y estudiantes de teología, una media de 14 religiosos, regidos por un guardián o superior, y era un centro vocacional y promoción de los estudios propios del sacerdocio en la Orden, ya que los restantes centros de estudio quedaban integrados en cada convento. La desamortización de Mendizábal, desalojando el colegio y cerrando su iglesia, dio un tiro de gracia a la Orden en la ciudad.

La Junta de enajenación de bienes nacionales, a instancias del Ayuntamiento, decreta, el día 2 de junio de 1840, demoler los restos de la Iglesia de San Diego, alegando su degradación y feo aspecto, dado su abandono, que en ángulo con el edificio del Real Convento, daba a la huerta común. La huerta estuvo arrendada desde 1839 por 770 reales al año, hasta que la Diputación provincial destinó su superficie, dividida en 6 partes, que reunía un total de 9.535,72 metros cuadrados, fue destinada a trazar nuevas calles y rejuvenecer la zona con manzanas de nuevos edificios.

Suspendida luego su venta, se arrienda en 1842, 1845 y 1847, par acabar vendiéndose, finalmente, en mayo de 1852. En los solares resultantes del derribo del convento de San Francisco, se abrió la calle Cinco de Marzo, mientras la huerta pasaba, de venta en venta, de unas manos a otras (Cf. Impacto de la desamortización de Mendizábal en el paisaje urbano de Zaragoza, Zaragoza, 2004, p. 21 y ss.).

En el necrologio anual del cabreo que llamamos Disposiciones, figuran los siguientes difuntos de este Colegio:

Fray Angel Martín, ofm.