Hermana Nieve...

 

¡Qué cariñosa y amable!,
¡qué calladita desciende
con sus alas ligerísimas
la apreciada hermana nieve
sobre la invicta Teruel
que tanto le ama y le quiere!

No le dotó la natura
de bellísimos vergeles,
n¡de jardines artísticos
donde las rosas florecen,
n¡de hermosos naranjales
llenos de vida y de bienes.

Pero otros dones ostenta,
otras bellezas ofrece,
que a la mente soñadora
en región pura sumergen,
do el alma con hilos de oro
randas de amor entreteje.

Son los encantos y hechizos
de la amable hermana nieve,
que con sus dedos de nácar
por todo Teruel extiende,
como prendas de cariño
y de su amor besos tenues.

Por eso apenas del alba
las luces se nos ofrecen,
la hermana nieve anhelante
de mostrar su amor ardiente,
deja caer por Teruel
su bordada y blanca veste.

Asómase por las puertas
del risueño y claro oriente,
el hermano sol, que, fúlgido,
por doquiera su luz vierte,
y la nieve ante sus rayos
llora... y engrosa las fuentes.

Pues como el tierno cariño
que la nieve a Teruel siente
es profundo, es generoso,
y sin cesar mostrar quiere,
la visita con frecuencia
dándole besos fulgentes.

Por eso en muy pocos días
la hemos visto tantas veces,
esmaltando con su albura
a Teruel que se estremece
al sentir el beso casto
que ella le imprime en su frente

¡Qué beldades atesoras!
¡qué hermosura nos ofreces!,
¡qué sortilegios encierras!
¡oh apreciada hermana nieve!
cuando caes en Teruel
en copos puros y leves!

Sed bendecida ¡oh hermana!
de todos, ahora y siempre.

Fr. Bernardino Rubert, ofm.

Teruel - diciembre - 1930.

A la memoria del Cardenal Cisneros. 8 nov 1517

Vida popular de Cisneros

(Continuación)
Ambos lados del camino de madrid-Alcalá fueron poblados de bonitos árboles, que Cisneros compraba a los viajeros de África a altos precios, y que por falta de cuidado perecieron después de su llorada muerte. El rey Fernando decía de aquellos árboles magníficos: «No hay en toda Europa, n¡en mis granjas, frondas más preciosas que esas,» y se pasaba horas enteras bajo su sombra, sentado en los bancos de piedra que todavía se ven en aquel camino.

Como labrador era Cisneros de los más excelentes y recios en la faena. Tenía una fuerza hercúlea. Los niños acudían a él presurosos, por que cogía en cada brazo un chico, los levantaba a pulso fácilmente y los estrechaba con cariño por lo alto de su cabeza, a dos metros del suelo; y los chicuelos reían complacidos, rodeándole como a un Vicente de Paúl.

La salud del cardenal era bien conocida en España. Comía yerbas en plena montaña, usando terrible vida de anacoreta, y esto lo volvía fuerte como una encina y sonrosado como una amapola. El obispo de Osma le decía siempre que s¡su alma era como el color de su cara debía ser bien bella.

Luchaba en Toledo con Fajardo, Madrazo y demás célebres espadachines y y siempre ganaba los torneos. Existen en la armería las pesadas armas que usó en la guerra de África y causa admiración su peso formidable. Añádase a esto que viajaba a caballo de día y de noche, sin cansarse, y se tendrá una idea de lo que era este grande hombre, en medio de aquella España corrompida y voluble.

El cardenal era muy popular en toda la península y en el mismo Vaticano se le tenía como prelado ejemplar en el mundo cristiano.

Siendo regente viajaba un día en burro para Burgos, apenas acompañado de un discípulo, cas¡siempre Luis de Haro, cuando una diligencia volcó a pocos pasos de él. Bajó presuroso del burro y con su fuerza ciclópea levantó el coche, las bestias y los pasajeros, mientras que el cochero vomitaba injurias sin hacer nada en pro del salvamento. Los pasajeros se lamentaban y el cochero decía: «viniera por aquí el Regente para que se reventara el alma en estos caminos, en vez de estarse repantingado en Palacio».

Entonces Cisneros se abrió la sotana blanca de viaje y mostró en su pecho el real escudo de la regencia, mientras el discípulo Luis de Haro llegaba por fin a reunirse al grupo. El cochero y los pasajeros quedaron atónitos y Cisneros les dijo que el Regente tanto se «repantigaba en Palacio como se volvía arriero en los caminos».

Además de su coraje material tenía un valor moral a toda prueba. Estuvo años encarcelado y todos los historiadores relatan que al dársele la libertad se le pidió que renunciara injustamente un cargo, como condición de libertad; pero aquel carácter, ya flaco como una espina y minado por la fiebre, no se rindió al halago n¡cedió ante la injusticia jamás.

Le gustaba comer entre los campesinos, en plena sierra, sin que ellos supieran quién era el que allí departía. Oía las quejas y murmuraciones populares y acogía todo lo que era justo.

Los Reyes Católicos relataban que cada vez que Cisneros iba a dar su parecer en un grave asunto que atañía a la nación, desaparecía de la Corte algunos días, se engolfaba entre los campos, y después que oía a los pueblos opinaba con firmeza en favor del bien público, o emitía su anatema terrible sin ambages, con esa dureza ruda y noble del verdadero castellano educado en la escuela de la verdad.

Lo mismo pedía limosna que la daba enseguida, y cuando su pobreza se extremaba, se entristecía como un niño.

Raquel

(Continuará).

Misiones franciscanas

"Pesca de Gallinas"

Ya me parece oír frases de sorpresa y ver gestos de duda, sobre las palabras que encabezan este articulillo. No os extrañe, carísimos lectores de «La Acción Antoniana». También experimenté yo esas dudas y me acometió la misma sorpresa, hasta que, me explicaron el hecho ocurrido. Ahora que, conozco muy bien el carácter de aquellos indígenas, su psicología, no me admira n¡sorprende. Es tal su condición, que para satisfacer su gula o saciar su hambre, son capaces de vender, no sólo su primogenitura, como lo hizo Esaú, s¡no hasta sus propios primogénitos. Son tan niños, y tan caprichosos, que cuando quieren conseguir una cosa, no paran mientras en las dificultades n¡examinan la licitud de los medios...

Tenía el Padre conversor de la residencia misional de San José de Sogormo algunas gallinas, ya para tener huevos frescos para los enfermos, ya para agasajar, alguna vez, a los misioneros visitantes o transeúntes, que iban a Oxapampa. El P. Prefecto Apostólico, había distribuido antes, a cada familia, un par: gallo y gallina, a fin de que las propagasen; pero, como son tan indolentes, aprendieron a comerlas, mas no a propagarlas. Esto último cuesta más que lo primero; por eso se venían cada día a la residencia misional, pidiéndole al padre Conversor: «Guallpa guachimá». Dame gallina. Y, como no era posible darles gallina todos los días, idearon un medio sorprendente para sacarlas de gallinero donde estaban encerradas. Medio, que al mismo diablo, con ser tan viejo y tan astuto, no se le ocurre.

Buscaron un cordel grueso, y en la punta amarraron un anzuelo regular, con su trozo de carne para cebo, y lo echaron a las gallinas. Sabido es que la gallina es omnívora, y al momento se lanzaron sobre él, y la primera que lo agarró tragó con la carne el anzuelo, y ellos tiraron hacia arriba y la subieron sin que el animal pudiera cacarear; porque el anzuelo atravesado en la garganta, la ahogaba. Sacaron ese día una, y al otro día otra, y sucesivamente otras; hasta que el misionero notó que las gallinas iban desapareciendo, sin saber por qué causa.

Se puso el Padre Conversor en una atalaya para ver, sin ser visto; observar, sin que nadie le descubriese; y desde allí, vio a dos de sus neófitos preparar el cordel con el anzuelo, con un trozo de carne para cebo, y arrojarlo después a las gallinas; y como estas, a pesar de ver la suerte tan triste de sus compañeras, caían también en el lazo mortal. La ingeniosidad de los indígenas, llamó la atención del misionero, que hubo de contener la risa a fin de encontrarles infraganti. Corrió de puntillas, y se presentó ante ellos cuando ya la tenían fuera, les reprendió y afeó aquel modo de pescar gallinas, tan industrioso y tan poco conocido.

El hambre es muy industriosa; y como los indígenas Amueshes, de que nos ocupamos, la sufren a menudo por su indolencia y también por la escasez de pesca en sus ríos, y de caza en sus bosques, pues ya se encuentran en la periferia del centro amazónico, lejos de los rios caudalosos que comunican con el gran océano Atlántico, aguzan su ingenio e inventan mil modos para conjurar esa enemiga, incluso el de hurtar lo ajeno, (a lo cual son muy inclinados), y el de pedir haciéndose pesados e importunos. Mas la idea tan peregrina de pescar gallinas con anzuelo, merece una mención honrosa por su originalidad. En todas partes la juventud siempre es vivaracha, y entre los infieles ocurre lo mismo. Los pescadores de gallinas eran dos jovencitos amueshes, que semejaban dos ardillas por su viveza.

Ya ven los lectores de «La Acción Antoniana», cuán listo debe andar el misionero a fin de que algunos de sus neófitos no le dejen como el gallo de morón sin pluma y cacareando. «Esto es, sin comida y sin camisa, como en más de una ocasión me ha pasado. Y lo que más admira, es la frialdad con que niegan una cosa y la impavidez con que siguen cuando se les encuentra infraganti. Todo ello es efecto de su vida salvaje, donde nadie les reprende n¡afea sus acciones, a través de las cuales, se descubre el hombre animal, montaraz, sin cultura, sin educación sin otras aspiraciones que comer, beber y dormir, aunque para satisfacer esas necesidades tenga que «pescar gallinas con anzuelo y en seco...

Fr. Manuel Navarro, ofm

ex misionero del Ucayali

Pinceladas del cuadro mahometano

Quien viene al Oriente no puede desinteresarse del problema islamita. Las innumerables Mezquitas, algunas de las cuales son verdaderos monumentos de arte; los Derviches, especie de Monjes, que se dedican a ejercicios violentos; los Santones, algo así como nuestros ermitaños, de gestos y maneras alocadas, los esbeltos minaretes, de cuyas alturas los muecín, cinco veces al día, con una cantinela religiosa invitan a la oración a 250 millones de musulmanes... todo esto impresiona y obliga a pensar seriamente sobre una religión que da tales manifestaciones de vida.

N¡yo me considero capacitado para abordar el problema en toda su extensión, n¡el carácter de nuestra Revista lo permitiría. He aquí alguna que otra pincelada del grande y variado cuadro mahometano.
Una ojeada, aunque ligera, al Corán; una mirada a la vida musulmana nos dicen que la religión de Mahoma, sea en dogmática sea en moral, presenta una serie de antítesis las más sorprendentes. El bien y el mal, la verdad y el error, el amor y el odió fraternizan en la legislación musulmana, y hacen sí, que el mahometano ofrezca escrupulosamente sus oraciones y alabanzas a Aláli, Dios uno, mientras da rienda suelta a su lujuria cebándola con la poligamia.

Como no hay efecto sin causa, como toda consecuencia resulta de sus premisas, así, esta amalgama extraña, que se observa en el mahometismo, debe reconocer sus principios que la produzcan. El estudio del islamismo y de su fundador en los albores del siglo VII nos da derecho a las siguientes afirmaciones:

1ª.- Mahoma, nacido en un ambiente politeísta, fue educado, porque huérfano, por los Beduinos del desierto. Relacionado, todavía joven, con judíos y cristianos, sintió fuertemente el mahometismo; en la formación de esta idea monoteísta tuvieron gran parte sin duda (como se deduce del Corán) los paisajes bíblicos y ciertas leyendas judio-cristianas que corrían en ese tiempo. Concebido el plan de suplantar el politeísmo de sus compatriotas por el monoteísmo se dio a tan ardua empresa, con un bagaje mínimo de sana doctrina, pero muy crecido de bajas pasiones.

2ª.- También es un hecho, constatado por la historia, la evolución psicológica de Mahoma, que divide su vida en dos períodos característicos, por no decir paradójicos.

Se cierra el primero con el célebre pacto de Abou-Bekr y el matrimonio de Mahoma viudo con la niña Aächa, hija de aquél. Dos hechos que inician el segundo para terminarse con la muerte del profeta el año 632.

En el primer período, a pesar de sus aberraciones, Mahoma se caracteriza por su piedad para con Dios. El tema de sus predicaciones es Dios y sólo Dios. Dios grande, Dios misericordioso, a quien los hombres deben respeto obediencia y veneración. En esa la época los secuaces de Mahoma se llamaron musulmanes, que en su origen significa «estar sumiso a la voluntad de Dios».

Sin embargo, a partir del pacto con Abou-Bekr y del vergonzoso matrimonio con Aäicha, niña de seis años, la predicación de Mahoma cambia de aspecto, dando a su persona lugar preferente, llamándose «el enviado de Dios», y obligando a sus secuaces a honrarle y pronunciar su nombre con gran veneración. En este período, mientras el profeta aparece víctima de las pasiones, especialmente de la lujuria, sus secuaces, de musulmanes (sumisos a la voluntad de Dios, se transforman en mahometanos, es decir, prontos a obedecer a Mahoma.

3ª.- El tercer hecho, que nos presenta la historia del mahometismo en sus orígenes, es el contraste entre la teoría y la práctica, pues mientras su fundador establece como principio: «Que nada, n¡nadie debe asociarse a Dios en el culto» se presenta a sus fanáticos secuaces no como igual a Alláh, pero sí como su asociado, cuya invocación y mediación son necesarias para salvarse, despreciando y maldiciendo a los cristianos, máxime hacia el fin de su vida, porque han dado a Dios un asociado, Jesús.
Estas tres afirmaciones, que nadie, algún tanto informado del mahometismo en sus orígenes, osará llamar gratuitas, son, a m¡juicio, otros tantos rayos de luz que proyectados sobre el tenebroso cuadro, nos explican sus absurdas contradicciones.

S¡musulmán, según la predicación de Mahoma en el primer período de su vida, quiere decir «sumiso a la voluntad de Dios» ¿quién se maravillará de que el Corán (Sourate III. 40 ss.) numere entre los musulmanes, Abraham, Isac, Ismael, Moisés, Job y otros muchos entre los cuales ocupa un lugar preferente Jesús?

Dadas sus relaciones con los judíos y cristianos, tal vez infectos de arrianismo, nada de extraño tiene que, al proclamar la unidad de Dios, llame blasfemos a los que tributan a Jesucristo honores divinos: No contradice ésto el monoteísmo, que él trata de implantar en la Arabia, donde el politeísmo impera, teniendo su trono en la Meca, ya que en la Ka'aba centenares de dioses rodean la famosa piedra negra? (Sourate V. 19).

Y s¡Mahoma que hasta los 50 años se conserva relativamente honesto, anatematiza el santuario de Ka'aba, la apoteosis del politeísmo,... acaba por enaltecerlo hasta hacerlo pasar como la obra de Abraham, como el lugar más santo de la tierra; ¿no es debido a la corrupción del profeta que multiplica sus esposas y concubinas? Por cierto que el Señor pone su sello de aprobación a estos extravíos que no son otra cosa que consecuencias de la naturaleza caída, la cual viene considerada por el Mahometismo, normal y conforme al plan divino... ¡qué aberración!

Mahoma, traduciendo en legislación su propia psicología, impone a las pasiones, que él canoniza, algunas restricciones; no falta su dosis de ascética; cuanto basta para satisfacer la natural inclinación a la penitencia, a la expiación, a la purificación. Y obligando a sus secuaces a duras privaciones, a frecuentes oraciones y a varias purificaciones, les ha infundido el sentimiento y la convicción de que en el mismo instante en el que cometen las más repugnantes torpezas y las más terribles venganzas, son justos a los ojos de Alláh...

... Son las tres de la tarde, y mientras en nuestro coro salmodiamos devotamente las Vísperas, desde lo alto del minarete contiguo a nuestro Instituto el muecín con gritos ensordecedores invita a los secuaces del profeta a la oración, los cuales obedientes dan principio a su aparatosa plegaria con los siete versos de la Fátiha:

Bism¡M-láh¡'r-rahmán¡'r-rahímí...

«En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso».

...No muy lejos se encontrará el harén, cebo de la más degradada lujuria... ¡Así es el mahometismo; la religión de las antítesis!

Fr. León Villuendas, ofm

Jerusalén y diciembre - 1930.

Eco» de las Misiones de Bolivia. (Beni)

Carta del P. Atanasio Jordá,ofm

R. P. Cipriano Ibáñez.

Muy amado Padre; Hace dos semanas que escribí al P. Luis Mestre, manifestándole que a la semana siguiente iría la presente; un poco se ha retrasado, pero nunca es tarde s¡la dicha es buena.

Sus noticias relativas al estado poco tranquilizador de España me apenan, y no parece sino que Dios halla abundante motivo para castigar. Sin penetrar en sus divinos juicios, mirando a España desde fuera, no es difícil penetrar una razón poderosa que clama continua venganza del cielo. LA BLASFEMIA: borrón que mancilla el nombre de España, y que exige una compensación no interrumpida de sacrificios y alabanzas, para que en lo alto no se decrete el exterminio de la Nación, que se ufana de estar consagrada al Divino Corazón de Jesús y no acaba de emprender una campaña eficaz contra ése que es su mayor baldón. Entre los religiosos españoles de diversas Ordenes he podido recoger comentarios que se resumen en esta idea: vale la pena de vivir fuera de España, para tener el placer de no escuchar jamás una blasfemia.

Esta carta vendrá a caer ahí por Navidad; no la traten mal, aunque llegue el día de Inocentes; póngala más bien a los pies del Niño pidiéndole una gracia especial por cada letra. Y cuando se cansen de pedir por m¡y por mis feligreses, hagan alguna súplica por mis animalitos, que también ellos necesitan de la protección divina en provecho mío. Son ellos m¡distracción y los amigos de mayor confianza. Tengo gallinas que me dan huevos, conejitos de las Indias en un cercadito donde crece la hierba, de los cuales me sirvo, más que para m¡alimento, para agradecer algún servicio y estimular a los niños a la asistencia al Catecismo de los domingos.

El Sr. Vicario Apostólico me ha dicho que no estoy obligado a tanto; pero en vista de que durante más de un año he fracasado en varias tentativas, hechas para tener una regular asistencia al Catecismo, aquí donde solo hay constancia para ser inconscientes, resolví sortearles todos los domingos algún objeto cuyo valor no bajase de un boliviano, como s¡dijéramos una peseta. Y esto no lo he de encontrar entre bienhechores, como ahí el P. Francisco Carbonell, sino que ha de salir de mis abstenciones, porque las escasas personas que tienen algún convencimiento de la utilidad del Catecismo, son cas¡todas necesitadas.

Y entre los varios objetos, que voy allegando para el sorteo dominical, están los conejitos. Con que vea s¡hay razón para pedir que Dios los guarde. Tengo también ahora un par de palomas que me ha regalado un matrimonio gallego, s¡se multiplican, podrán servir también alguna vez para un sorteo extraordinario.

Le felicita en las venideras Pascuas de Navidad y en el Año Nuevo su afmo.

Fr. Atanasio Jordá, ofm